EN LAS GARRAS DEL TERROR.

Conozco a Ana desde hace unos años, siempre la he visto como una persona insegura, tímida, no cae bien a las personas, y la eluden, rechazan, o se mofan de ella. Ana lo sabe y sufre mucho por ello. Entre nosotras, no es así, quizá porque la acepto como es, porque la escucho, porque siempre he intuido en ella un sufrimiento oculto y la respeto sin críticas ni juicios. No es mi amiga,  vive en mi mismo portal, y como vecinos compartimos espacios comunes, ascensores, pasillos, escaleras… nos encontramos en ocasiones y siento como ella se alegra intentando prolongar cualquier tema de los que hablamos, llegando incluso a reírse, ¡y esto en Ana es un milagro!

Últimamente la he encontrado mal, ¡sólo se vestia de negro, y su mirada me parecía ausente, perdida! En ocasiones la he preguntado si la ocurría algo, que podía  contar con mi ayuda, y su respuesta ha sido siempre… ¡no, no me pasa nada!

¡Hoy el cielo de su vida se ha cubierto de negras nubes, con un terrible dolor que nunca llegué a sospechar que la pudiese estar ocurriendo! Todo son comentarios hirientes y despectivos hacia Ana,  y eso me duele, ¡creo que nadie debe juzgar a nadie sin haber caminado al menos un mes con sus mismos zapatos!

Sé que es muy grave lo sucedido, y más porque ni su marido ni su hija, se han dado cuenta de ello, y aquí veo aún más el terrible nido de soledad en el que habita.

Cuando esta mañana, su marido, ha ido al banco, ha encontrado su cuenta en números rojos, sin  comprenderlo ha solicitado ver sus salidas de dinero, y en cantidades desorbitantes, lo había sacado todo ella. A continuación ha pedido el extracto de la cuenta de su hija, y estaba en la misma situación ¡no había nada! ¡Era una locura! Y al llegar a su casa, la verdad se ha manifestado desnuda con toda su increíble historia.

Ana estaba atrapada en una espesa y oscura tela de tarántula, prisionera de una “Vidente” que la ha hecho creer que la habían hecho un “mal de ojo” por eso no la querían las personas, y hasta podían morir, su marido y su hija… ¡Y tan sólo ella, elegida por Dios, podía quitarle ese “mal de ojo” y hacer que su vida fuese feliz y maravillosa! Todo por grandes cantidades de dinero que Ana la pagaba en rituales de magia que le hacía la “Santa Vidente”. Y se tenía que vestir de negro, para que los espíritus malignos no la viesen y no la atacasen… ¡espeluznante, macabro…alucinante!

¡Dios, es más horrible qué una película de terror y araña el alma! El sufrimiento que ha debido tener, el miedo, el pánico, las amenazas, porque si no la hacía los mágicos rituales, la iban a pasar grandes desgracias. Para mí Ana está muy enferma y necesita atención médica ya, no burlas, ni críticas, ni la expulsión de su propio hogar por parte de su marido esta tarde...
No comprendo, como pueden existir esta escoria humana de “falsos videntes” capaces de destruir a las personas, dominarlas por el terror al desnudo, ver que están enfermas y sin piedad, masacrarlas con sus demoniacas amenazas y engaños... ¡no, no y no! Y lo más pijotero, es que no se puede denunciar a la “vidente”, porque no existe ni un solo recibo con las grandes cantidades que Ana, la ha pagado desde hace unos meses.

Me duele y llora el alma, por Ana, y por tantas Anas que pueden estar viviendo una similar tortura porque las “videntes” proliferan como hongos venenosos, anunciándose en revistas, T.V. Internet, sin ningún veto, ni moral. 

¡Con su fraudulento y destructivo trabajo, viven alimentándose de la soledad, el miedo y el dolor de otras personas...! ¡Son parásitos chupadores de la sangre de sus víctimas! No tengo ninguna duda, el peor depredador del hombre es el propio hombre. Ya lo afirmó Tito Macio Plauto “Homo homini lupus” ¡El hombre es un lobo para el hombre! (254 a.C.- 184 a.C.) en su obra Asinaria. Y me pregunto… ¿Hasta dónde podemos llegar sembrando dolor…?