¡CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO...!

Era agosto, un sol de justicia vestía las horas de la tarde y reverberaba lujurioso sobre la ciudad. Nuestra amiga Gloria había venido desde Valencia y la habíamos llevado a conocer Cáceres, Piluka, Paco, Tony y yo para enseñarla su parte antigua. La ciudad vieja de Cáceres es toda una maravilla, fue declarada Tercer Conjunto Monumental de Europa en 1968 y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986…

Habíamos pasado una tarde maravillosa, porque no existen palabras para expresar la belleza que hay en sus edificios, sus calles, las piedras que hablan desde su mudo silencio, de un pasado lleno de historia, perdido en los pliegues del tiempo.

Cuando íbamos a salir de ella, lo hacíamos por la Concatedral de Santa María, el más importante templo cristiano de la ciudad de Cáceres y el de más antigua fundación . Unas horas antes la habíamos visto por fuera, pero ahora estaban abiertas sus puertas, y sentí  una llamada en mi alma, para entrar a ella,  en mi época de estudiante, siempre entraba antes de cualquier examen que tenía en Instituto El Brocense. Entonces les digo a todos, que me esperen que voy a entrar un momento porque necesito hacerlo.

Y decidida me dirijo a la puerta… y un “señor” que estaba allí me dice poniéndose por medio… y con cara de pocos amigos…

-¡No, usted no puede pasar, tiene que irse de aquí!

-¿Qué dice? ¿Por qué? Le digo muy sorprendida ante su oposición a negarme la entrada.

-¿Es usted de la boda? Me pregunta muy serio mirándome con prepotencia y descaro.

¿-Qué boda? respondo yo sin entender de que me está hablando.

-Ahora se va a celebrar una boda, y la iglesia está reservada para ellos, son personas muy importantes, sí usted es una invitada puede pasar si no, no puede entrar…

-Pues como usted verá, no traigo un vestido de ceremonia, le digo mirándome mis pantalones piratas y mi camiseta… ¡no, no soy de la boda!

-Entonces no puede pasar, venga mañana, porque hoy no va a entrar, ¡así que váyase ya!

Me quedo de piedra, a cuadros, y obediente, me doy la vuelta alejándome de la entrada… pero no he andado cuatro pasos, cuando digo…¡Y un huevo de pato… !Y en mi alma surge la luchadora que soy ante cualquier violación de libertades… me vuelvo hacia la puerta y con mucha educación y le digo al “señor” portero.

-Mire, no soy de la boda, ni me importa para quien esta reservada la iglesia, voy a entrar porque a quien vengo a ver, está ahí dentro en el Sagrario, y es mucho más importante que los que vayan a casarse, así que lo siento “señor” y si usted me lo impide, enfrente, está el Palacio Episcopal, soy capaz de llamar a su puerta, y hablar si es necesario hasta con el mismo arzobispo, pero usted no me prohíbe el paso a la iglesia, donde me trae la fe que siento. Jesús de Nazaret, no se vende a nadie, y si usted sabe algo de Él, ya cogió el látigo una vez en las puertas del templo y echó de allí a los que comerciaban con el dinero.

Piluka y Gloria se habían acercado hasta la puerta, viendo que algo raro me estaba pasando y  escucharon mis últimas palabras…

Yo sin detenerme, paso por un lado del “señor” que no dice me dice nada y entro en la Iglesia.

Detrás de mí, lo hacen Piluka y Gloria y el “señor” las dice muy, muy cabreado y lleno de ira…

-¿Y ustedes dónde van…? – ¡Venimos con ella!- contestan y entran también.

Ellas salen pronto de la Iglesia, todo está en penumbra y no pueden ver nada. Yo me quedo sola, el Sagrario con su tenue llama de luz, me atrae, me acuna, llena mi alma con algo que no puedo definir, siento como el amor, la paz, la fe, desbordan mis sentimientos… y me sumerjo en ellos, sin darme cuenta del tiempo que ha pasado…

Cuando salgo de la Iglesia, toda la explanada que hay delante de ella, está llena de personas con  vestidos de firmas y el novio y la novia en medio de ellos esperando… ¡esperando que yo saliese…!

No me lo podía creer… al salir yo,  todos ellos comenzaron a entrar… ¡Dios! ¿acaso yo tenía la peste negra y les podía contagiar algo? Era alucinante… era incapaz de comprender esta actitud, ¡Porque yo estaba dentro de la Iglesia, no había entrado nadie! ¡Yo, una insignificante persona, ante la elite de donde quiera que fuesen… impidiendo la entrada a tan “alta sociedad”…!

¡Sentí un gran dolor en el alma y lloré, por mí, por ellos, por su absurda actitud, porque la iglesia continua vendiéndose a los poderosos, porque el mensaje de Jesús de Nazaret, ha sido adulterado, olvidado, descafeinado… Y entonces en mi alma resonaron nítidas sus palabras de amor y luz…!

¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados…!