EN EL ALBOR DE MIS RECUERDOS

Había una feria de artesanía medieval en un pueblo de la Vera… Carola y yo compartimos la afición por los objetos antiguos y decidimos ir. Estuvimos en varias casetas, Carola se compró una cantarera (donde se ponían los cántaros de agua en las casas) y yo me había enamorado de una rueca de hilar con su huso donde se ponía la lana para ser tejida… 

Me gustaba mucho por su belleza y porque podía utilizarla para poner libros en ella. Me parecía excesivamente cara y estábamos intentando que el señor la rebajase algo, cuando de pronto sentí una voz a mis espaldas que dijo… ¿tortolilla? ¿tortolilla… ?

En un parpadeo, esa palabra despertó en mí decenas de recuerdos…no había vuelto a escucharla desde hacía años… ¿tortolilla? volvió a decir la voz. Con el alma germinando sensaciones me di la vuelta, detrás estaba una persona anciana que me interrogaba con la mirada… No la reconocía, tan solo la palabra que me había dicho me cosquilleaba el alma y me llenaba de recuerdos vividos, y con duda dije… 

- ¿Feipe? ¿Feipe?¿eres tú? Y mientras él afirmaba con la cabeza sonriéndome con alegría, Dios, los dos nos fundimos en un gran abrazo, ¡era un sueño impensable que se hacía real y nos anegaba el alma a los dos, nos mirábamos y nos volvíamos a abrazar, y sin poder evitarlo lloré abrazada por sus fibrosos brazos endurecidos por trabajos de sol a sol!

-¡Feipe, Feipe, nunca pensé que podría volver a verte le dije! con el alma en mis palabras. -Ni yo tampoco, niña, tortolilla, mi niña chica… ¿sabes? ya me puede llevar Dios “pa rriba”, que era lo que le he “pedio” muchas veces, ¡encontrarte y darte un abrazo! te he reconocido “na” más verte, esos ojos de cielo solo los he visto en mi tortolilla, puñetas que relinda te has hecho…! decía mientras cogía mis manos o me acariciaba la cara, la emoción llenaba todas las ausencias de años sin vernos y me sumergí en una burbuja de sueños de tiempos idos.

"Feipe", no sabía llamarle Felipe, está entre mis primeros recuerdos como una persona maravillosa.

Era un mozo (algo inocente según supe después), que tenía mi padre para ayudarle en el campo, nadie le daba trabajo y mi padre le acogió por un jornal, la comida, y vivir en nuestra casa, era la persona que más caso me hacía y me traía siempre lo que le pedía… ¡para mí era como un rey poderoso y bueno que además jugaba conmigo!

Paco el cabrero me había hecho una jaula muy grande y en ella siempre tenía algún animalillo al que daba de comer y con el que me pasaba el día hablando, tortugas, gorriones, caracoles, conejos, ranitas verdes, hasta una cigüeña… pero lo que más me gustaban eran las tórtolas que Feipe me traía y siempre andaba detrás de él diciendo- 

¡Feipe “taemé” una tortolilla! ¡Feipe ¿me “taes” la tortolilla? Y así él comenzó a llamarme así y para hacerme de rabiar me decía que no me la había traído y la encontraba en uno de sus bolsillos o en sus alforjas de listas traperas.

Feipe interrumpió mis recuerdos con una foto que sacó de su cartera… -Mira mi niña lo que he “guardao” siempre y ante mi atónita mirada me vi y me reconocí en una fotografía con 18 meses que le había dado mi padre vestida con el traje extremeño y él guardaba en su cartera como un tesoro, no me lo podía creer… ¡mi querido Feipe me había recordado siempre como yo a él!

Y hablamos y hablamos y fuimos a hacer una fotocopia de la foto, porque aunque quería darme el original yo no lo acepté.

-Me compré la rueca de hilar, por Feipe el señor me rebajó 50 euros y el resto del día lo pasamos juntos, su alegría era como un maná, me llenaba de abrazos, risas, y de anécdotas de mi infancia que yo no recordaba…¡

 ¡Estaba tan feliz! Luego fuimos a la residencia donde vivía, hablé con la directora dándole mi dirección, por si a Feipe le pasaba algo o necesitaba cualquier cosa…él tenía teléfono móvil y prometí llamarle muchas, muchas veces, a mí también me reía el alma de felicidad por haberle encontrado después de años estar solo en mis recuerdos

Feipe nunca se casó y no tiene familia, mas hoy sabe que en la mía él ocupa el lugar que siempre tuvo en mi corazón. 
¡Mil gracias Feipe por tanto amor que dejaste en mi infancia, y hoy yo puedo devolverte¡